Una duda, o una convicción, metafísica, o intelectual, o surgida dentro y desde el propio pensamiento, no implica que, por ello, no pueda ser planteada de todo corazón. Son planos distintos a los que me refiere.
La respuesta de Tozan no es una evasiva, responde de hecho, la pregunta del monje es urgente y sincera, aunque errada. Tozan realmente está respondiendo a lo que le pregunta el monje, respecto a Buddha. El peso en lino necesario para confeccionar una túnica de monje, o tres libras de cáñamo, o el ciprés en el jardín, o un bastón para limpiarse el culo (que es otra respuesta dada ante la pregunta sobré qué es Buddha), o la luna que surge tras la ventana de Ryokan, o un pastel de arroz, no son metáforas, son indicaciones reales de lo que está ahí, que puede ser cualquier cosa, en esos instantes mismos en que, vaciándonos de nosotros mismos, aparece ante nosotros en su realidad desnuda, que es una realidad, al mismo tiempo, absoluta e impermanente.
En el budismo cuando hablamos de verdadera naturaleza propia o de la naturaleza de las cosas en sí mismas, usamos esas palabras para hacer desaparecer las palabras, para marcar su límite, no para designar "algo" que exista en sí. Dar el salto a lo ilusorio de la propia identidad es igual al aparecer de cualquier cosa en su evidente singularidad vista con los ojos limpios. Por ello Linji decía "¡mira!", o Tozan indicaba la cantidad concreta que estaba pesando, no para designar una especie de espectro que habría tras cada cosa, sino porque esa cosa en su pureza, verla tal cual, era en sí mismo despertar, ruptura de la diferencia entre la cosa y yo que la miro, que la peso o que la manipulo. Igual que cuando el Buddha muestra una flor a Mahakasyapa sobre el monte de los buitres, en el mito fundador del zen.
La "vacuidad", por usar otro término, no es algo que exista aparte, o por encima de las cosas, es su propia naturaleza en sí, que se manifiesta en su surgir y en su desaparecer, cuando se dan las circunstancias y las interrelaciones apropiadas; y que nos incluye, en ese surgir de la cosa y también en su fugacidad.
Dicho con palabras de Dogen, en el Genjokoan
Olvidarse de uno mismo es ser aclarado por todas
las cosas.
Ser aclarado por todas las cosas es dejar caer cuerpo y mente de uno mismo así como dejar caer cuerpo y mente de todo lo demás.
y también
Dirigirse uno mismo hacia todas las cosas llevado por la práctica y realización es ignorancia. Todas las cosas
yendo y viniendo a la práctica y realización a través del sí mismo es realización.
y también
Cuando los budas son auténticamente budas, no necesitan reconocerse conscientemente como budas; ni lo perciben, ni lo saben, ni tienen conciencia de ello y sin embargo son despiertos certificados y avanzan realizando a buda y continúan haciendo realidad el despertar certificándolo con su práctica.
Ese despertar, si no lo "hacemos realidad certificándolo con la práctica", continuamente (es decir, volviendo allí cada vez que nos alejemos), es como si no existiese.