
Maestro Taisen Deshimaru, sentado en zazen. ¿Postura perfecta?
Equilibrio perfecto
Recapitulando, después de todo lo dicho hasta ahora: Podemos considerar que la postura de meditación tiene dos posiciones, una la que Dogen explica en el Fukanzazenji (y que todos sus seguidores ciegos toman como la verdad absoluta) y otra aquella en que la postura se relaja completamente. Esta última, tiene unas características casi insólitas, como ya hemos dicho, ya que en ella podemos entregar todo el cuerpo a la fuerza de la gravedad, sin que tengamos que tensar un solo músculo para mantenerla. Alguien podría argüir (y con razón) que la mejor postura de relajación encontrada hasta la fecha, es estar tumbados en el suelo boca arriba, con los brazos ligeramente separados del cuerpo, y las piernas ligeramente abiertas. Y, efectivamente, esa sencilla postura es la mejor que podríamos encontrar para relajarnos, siendo tan fácil que cualquiera, (incluso un invalido) se puede poner en ella. Sin embargo (salvo excepciones) no es la postura mejor para meditar.
La razón hay que buscarla en un sentido práctico, y no es otra que esta: si nos tumbamos en el suelo para relajarnos, pasar de esa posición a la que describe Dogen, resultaría del todo ineficaz. Además sería caer en una relajación excesiva. Por otro lado, la oscilación entre la tensión y la relajación es algo continuo durante la meditación, e insisto en este hecho, dado que la oscilación entre ambas posiciones es algo permanente, hasta llegar a ser un movimiento natural. El cambio entre tensión y relajación, en efecto, no depende de nuestra decisión personal (ahora me tenso, ahora me relajo otra vez) El cambio de posición sucede por sí mismo, de un modo en el que nosotros no intervenimos conscientemente (del mismo modo que no intervenimos, o no deberíamos intervenir, en el modo en que respiramos)
Es por esto que, cuando nos sentamos en la postura de zazen, la posición de las nalgas tiene una importancia tan grande. El mismo Buda Shakyamuni, se dice, tuvo necesidad de una gavilla de paja, que le entregó una campesina. Es de suponer que tomó la paja y la arregló convenientemente hasta que encontró la posición óptima en que su espalda podía permanecer relajada en la vertical, con un arqueamiento mínimo. (Porque existe, efectivamente, una posición de la espalda en la que, está relajada y derecha al mismo tiempo) Naturalmente, estar derecha no es lo mismo que estar rígida.
La espalda de una persona que medita en la posición, vamos a llamarla, relajada, está ligeramente arqueada, en efecto. Esa postura, vista de perfil, nos permite asegurar que la persona está relajada, precisamente por el leve arqueamiento que en ella existe. Ese arqueamiento no impide, sin embargo, que la cabeza esté razonablemente derecha, y si se pusiese un objeto sobre ella, este no caería. Incluso la barbilla está recogida y la nuca derecha. Los hombros, evidentemente, caen por su propio peso, y las manos adoptan la posición que le resulta natural. La mano izquierda reposará normalmente sobre la derecha, pero los pulgares no se tocarán cuanto apenas (si es que llegan a tocarse), y en todo caso estarán en completo relax, como el resto de los dedos.
Existe la posibilidad de que las manos reposen juntas, en contacto con el bajo vientre, y es usando algo parecido a una faja liada en torno al cuerpo. Los japoneses tienen una prenda de vestir, que se llama obi, el cual es una faja precisamente, de variados colores, que se tiene enrollada para hacer que la prenda de vestir (un kimono, por ejemplo) quede perfectamente colocado. En nuestro caso, el obi (o una prenda similar, como una bufanda), no busca otra cosa que permitir que las manos reposen en él, quedando sin esfuerzo, pegados al vientre, y con los pulgares unidos. Sugiero que se use este método, si es que se quiere tener las manos perfectamente recogidas, y sin el menor problema. Pero no es realmente necesario. Las manos pueden reposar tranquilamente en el regazo.
Entonces, ¿es esta postura, una postura verdaderamente relajada?, cabe preguntarse, pues la persona, con todo, sigue sentada y tiene la espalda derecha (si bien, con un arqueamiento suave) Si la persona se relajase del todo, podría pensarse que la postura se derrumbaría, y que la espalda se desplomaría, al igual que la cabeza y el resto del cuerpo. Esto ocurriría, en efecto, si la pelvis estuviese en un nivel por debajo de las rodillas y, si uno prueba a sentarse directamente en el suelo, con las piernas cruzadas en lo que antes se llamaba “postura india”, comprobará que no es posible estar en esta postura, erguido y relajado al mismo tiempo.
Si el lector quiere comprobar esto de un modo evidente, no tiene que hacer gran cosa, solo sentarse ahora mismo en el suelo, sin cojín alguno, con las piernas cruzadas de un modo “natural”, es decir, con las rodillas elevadas por encima de la pelvis. En esta postura, la relajación del cuerpo es imposible, pues relajarse implicaría desplomar la espalda, el cuello y la cabeza hacia delante. Mantenerse en esta postura, erguido, exige una enorme tensión corporal. Pero tensarse continuamente, es contrario a la práctica en la que estamos comprometidos, por tanto esa postura debe dejarse de lado, por inadecuada.
Por eso, y no por otra razón, se insiste tanto en que lo primero es cruzar las piernas en loto o medio loto, y lo segundo usar un cojín de meditación (mejor dos cojines, uno redondo y otro cuadrado, el cual permite al redondo estar inclinado, cuando está apoyado en él), haciendo que las nalgas estén lo suficientemente elevadas como para que las piernas hagan de contrapeso de la espalda. Es interesante darse cuenta, que existe un cierto parecido con una balanza, en la que toda ella descansa en un solo punto, llamado el fiel de la balanza. Los pesos situados sobre ambos brazos de la balanza, cuelgan entregados a la fuerza de la gravedad, haciendo que todo el peso se apoye en el fiel, que debe ser lo suficientemente firme como para soportarlo. No hay tensión alguna en la balanza. Es el equilibrio perfecto.
Algo así sucede con nuestra postura de meditación relajada. No es exactamente lo mismo que la balanza, sin embargo, ya que las piernas están en contacto con el suelo. Salvo ese punto, existe un equilibrio perfecto en la postura, en que todo el peso del cuerpo, desde la pelvis hacia arriba, descansa en el fiel de la balanza, que no es otro, que el punto en que las nalgas se apoyan sobre el cojín. Es por eso que se recomienda que las nalgas estén asentadas firmemente sobre el cojín (metiéndolo, lo más posible hacia dentro de los muslos) Hay que pensar que las nalgas son las que sostienen la espalda, y que no hay forma de evitar que aparezca un cierto entumecimiento en ellas, lo que puede llevar a necesitar un ligero movimiento de la mismas de vez en cuando, si no cambiásemos de posición en todo el tiempo que dura la meditación. No obstante, cambiamos de posición a menudo, de un modo nada problemático, como se verá enseguida.
Es interesante ver que en la postura de meditación relajada, uno pude dormirse incluso (no es nada inhabitual que tal cosa suceda durante algunos segundos, de vez en cuando, durante la meditación) No hay nada que impida echar una breve y sutil siesta mientras se está así sentado, porque no existe ni un solo músculo tensado. Cuando uno se duerme, destensa todos los músculos, y si uno está en una postura que no sea totalmente relajada, se despierta de inmediato, en cuento empieza a quedarse dormido. En la posición relajada de meditación, sin embargo, uno puede llegar a quedar dormido, como ya he dicho. No solo dormido, sino soñando (a mí me ha sucedido), y esos sueños son ciertamente peculiares y dignos de ser tenidos en cuenta, cuando termina la meditación.
En la escuela Rinzai, durante los sesshin, los monjes duermen de hecho sentados en la posición de zazen. Es verdad que a ratos se desploman, pero vuelven a enderezarse lo suficiente como para quedar en la posición relaja del zazen. Esos momentos de sueño (yo mismo lo he experimentado en alguna ocasión) son breves pero intensos, y uno puede descansar profundamente, sin dejar por ello de meditar. El mito de no dormir durante la meditación, debe abandonarse por tanto. Hay meditación sentada (za zen), meditación andando (el kin hin), meditación durante la actividad (como en la práctica del kyudo, el tiro con arco japonés) meditación durante el trabajo (el samu). Y, naturalmente, hay meditación durmiendo.
La posición relajada de meditación no es reconocida por Dogen, ni por supuesto, por ninguno de sus rígidos seguidores de nuestro tiempo. Si uno ve por ejemplo alguna foto del maestro Deshimaru meditando (ese maestro tiene todo mi respeto, vaya por delante), su postura es exactamente la postura de la que habla Dogen. Efectivamente, es una postura maravillosa para salir en una foto, pero aparte de eso, lo que uno observa es una persona tensa. Incluso la boca está tensa (hay una sonrisa en ella, pero se me antoja forzada) Los ojos incluso, se diría que están tensos. Y, sobre todo, la posición de las manos indica una enorme tensión. Los dedos están rígidos, los pulgares especialmente. Esa tensión en las manos es un reflejo fiel de la tensión en el resto del cuerpo. ¿Es necesaria esa tensión? No lo es, pero tampoco podemos decir de forma tajante, que esté excluida por completo. En la meditación, como digo, se da una oscilación entre la relajación y la tensión, las cuales quedan reflejadas en esas dos posiciones del cuerpo: la posición relajada y la posición que describe Dogen, y a la que me referiré de manera breve, en adelante, como la “posición de Dogen”. Nos referiremos a ello en próximos capítulos.

Perfecta para la foto, en efecto, pero no para meditar todo el tiempo así.