
Kensho
La lógica de la iluminación
No podemos entrar en samadhi por nosotros mismos, eso es imposible. Podemos pasar meditando ocho horas al día durante treinta años, y no entrar ni una sola vez en samadhi. Otra persona, en cambio, puede entrar en un profundo samadhi sin haberse sentado jamás a meditar. No hay explicación posible para esto. Ocurre, simplemente, así. Los cristianos afirman que Dios es quien decide, no la persona. Por eso, los místicos cristianos no se cansan de repetir que todo depende del Espíritu Santo, que es únicamente Él quien produce las experiencias sobrenaturales, cuándo y cómo Él quiere. “El viento sopla donde quiere” dice el Evangelio. No vale la pena perseguir algo que no está en nuestras manos conseguir. Es una manera de decirlo, por supuesto. Y en ocasiones, es una manera de no decir nada, porque se habla sin saber de lo que hablamos. (El evangelio suele malinterpretarse)
Entonces, ¿para qué meditar? Se pregunta uno. Si los estados de iluminación no suceden a causa de la meditación, parece un sinsentido embarcarse en ese viaje. Si el Espíritu Santo (o cualquier otro nombre que se quiera dar, como el Gran Espíritu de los nativos americanos) quiere, sucederá por otro lado. Le pasó a San Pablo, cuando iba a otra ciudad persiguiendo cristianos. El pasaje del Nuevo Testamento explica que iba a caballo y oyó una voz que decía “¿Por qué me persigues?” y cayó del caballo, sin poder ver nada. Después de tres días recuperó la vista y se convirtió al cristianismo. Jamás había practicado la meditación, en toda su vida, y sin embargo le sucedió. (Por supuesto, en el budismo hay otros ejemplos incluso mejores, pero permítaseme usar en esta ocasión ese de nuestra cultura clásica cristiana)
Existen casos mucho más recientes de personas que han tenido la iluminación de un modo fortuito, sin haberse sentado a meditar nunca en su vida. Ramana Maharshi, un santo hindú del siglo pasado, con diez y siete años, decidió resolver el problema de la muerte. Se tumbó en el suelo y trató de imaginar que estaba muriendo, y en cierto momento sucedió algo parecido a una explosión en su cuerpo, y entró en un samadhi completo, que duró largo tiempo. Después de eso jamás volvió a ser el mismo. Abandonó el hogar y se retiró a una montaña sagrada en el sur de la India, se instaló allí, y no abandonó jamás su retiro. Pero esto no es en absoluto normal. La mayoría de las personas que hacen meditación, no alcanzan la iluminación (al menos ese grado de iluminación) Por ello, podemos sentirnos decepcionados al saber que posiblemente nosotros no seamos elegidos para tal experiencia, y eso nos llevará a dejar la meditación. Quisiera, sin embargo, dar mi punto de vista sobre esto.
Como diré después, existen sobradas razones para practicar la meditación, sin importar en absoluto si alcanzaremos o no la experiencia del samadhi completo (la iluminación). Es cierto que esta experiencia es difícil de alcanzar para la mayor parte de las personas, por razones desconocidas. Es una experiencia que podemos llamar, sin el menor género de dudas, sobrenatural, y ese tipo de experiencias no suceden simplemente por el hecho de buscarlas. Experiencias como esa solo ocurren una o dos veces en la vida de un número relativamente pequeño de personas, y la mayoría de esas personas no saben qué hacer después de tenerla. Es frecuente que se sientan enormemente desorientadas durante largo tiempo, y se pregunten una y otra vez “¿por qué me ha sucedido esto?” Tal vez no encuentren a nadie en su entorno que pueda comprender lo que han vivido, y se sientan enormemente solas. Tal vez incluso quieran vivir como si nada hubiese pasado, lo cual les lleva a estados de mayor confusión todavía. Otras veces, puede que cambien por completo de vida, se hagan monjes o algo similar, y entren en un monasterio, un templo o un ashram.
Me viene a la memoria, hablando de esto, el Padre Lazarus, que vivía en Australia y tuvo una experiencia de ese tipo, de un modo totalmente inesperado, cuando visitaba un monasterio ortodoxo. Después de esa experiencia decidió dejar su trabajo de profesor en la Universidad, y no salió ya de ese monasterio. (Esa persona puede verse en Youtube, poniendo Father Lazarus en el buscador)
No existe una lógica de la iluminación, como digo. Es como si fuese una lotería, en la que todos tenemos al menos un número, cierto, pero hay personas que tienen muchos más números que otras. Las personas que se hacen monjes (en cualquier tradición religiosa) sin duda tienen muchos más números que los que viven sin preocuparse jamás de asuntos de índole espiritual. Pero eso no significa que no pueda sucederles un día una experiencia sobrenatural, a los que viven de espaldas a la espiritualidad. Muchas veces esto sucede cuando tienen un accidente, por ejemplo, o se ven sometidas a una operación quirúrgica. Son incontables los casos de personas que han vivido una experiencia NDE (Near Death Experience), experiencia próxima a la muerte) De repente, se han visto fuera del cuerpo, según explican, y veían como estaban sobre la mesa de operaciones, con los médicos tratando de reanimarles. Entonces sucedieron cosas insólitas, en que se encontraron con seres que les guiaban hacia la luz. Algunas hablan de un túnel de luz, y cómo al entrar en él su vida pasaba ante sus ojos. De pronto, volvieron a su cuerpo, y abrieron los ojos en su mundo habitual, pero nunca olvidaron lo sucedido. Esas personas vivieron in extremis una experiencia sobrenatural, sin haberla buscado jamás. Y sin estar preparados para ella, probablemente.
Otro caso es el de las drogas alucinógenas. Hoy en día, muchas personas viven experiencias extraordinarias, sin haber ido tras ellas cuando usaron la droga. Puede sucederles bajo el efecto del LSD, por ejemplo. Lo que habitualmente se llaman alucinaciones, son percepciones de índole sobrenatural. No les suceden a todos los que toman ácido, ni mucho menos. Algunas personas sin embargo tienen experiencias de tipo espiritual, percibiendo una dimensión que hasta entonces pensaban que no existía. Muchas de esas personas se interesaron por la meditación a partir de ahí. Otras, por desgracia, cayeron en el consumo de otras drogas como la heroína, y perdieron incluso su vida. El tener una experiencia de ese tipo no es garantía de nada. Incluso Santa Teresa habla de cómo personas se pierden, después de haber tenido una experiencia de unión con Dios. La experiencia de iluminación es gratuita, pero tiene sus consecuencias. La experiencia no suele ser permanente, pero la persona no vuelve a ser la misma después de eso. Y con frecuencia, la experiencia sucede a quienes menos preparados están para recibirla.
Uno de los peligros mayores de tener experiencias de iluminación, es el orgullo espiritual que puede desarrollarse después. Siendo una experiencia que se da gratuitamente, resulta que el que la recibe puede creerse sumamente especial, por haber llegado a ella. En realidad no ha llegado a ella. Nadie puede llegar a ella, del mismo modo que nadie puede llegar a la luna dando saltos. De pronto, sin embargo, puede suceder que la persona llegue al satori, sin haber practicado el Zen más que unos cuantos años (incluso meses), cuando otros llevan décadas y no han conseguido alcanzarlo. Es más que probable que la persona que ha alcanzado esa experiencia desarrolle un ego “iluminado” muy peligroso, para él mismo, y para los que le rodean. (Uno de los mayores problemas que puede tener un maestro, es un discípulo así)
Por ello, es de desear que la experiencia de satori ocurra después de un largo entrenamiento con la práctica de la meditación, y no de un modo fortuito. Si la persona lleva años meditando, se habrá preparado física y mentalmente para la iluminación, experiencia que despierta por lo general, grandes dosis de energía espiritual (el joriki, en lenguaje zen) Esa enorme cantidad de energía suele producirse como consecuencia de la tremenda concentración en el hara, que se ha producido durante la práctica de la meditación (generalmente con un koan) Si la persona no está preparada, esa energía puede cogerle de improviso, y producir efectos muy grandes. No es que esos efectos sean malos, pero puesto que la persona no está preparada para ellos, puede estar durante días en un estado de conciencia acrecentada, que no puede controlar.
Esto es algo que conozco por experiencia propia, pues a mí me sucedió. Llevaba solo un año practicando la meditación, con el koan MU, cuando me ocurrió una experiencia de satori (lo he contado en otra parte, y no entraré en detalles ahora) Hoy me doy cuenta de que estaba en pañales, cuando me sobrevino aquello. Aquella experiencia, seguida de otras que vinieron después, produjeron en mí una metamorfosis interior que duró décadas (y presiento que aún no ha terminado) No puede explicarse en qué consiste tal experiencia, ni tampoco los cambios que se producen. No todos los cambios son para bien, en apariencia, al menos cuando suceden. Luego uno puede comprender muchas cosas que le han sucedido, como consecuencia de tal experiencia. No puede decirse mucho más sobre ello, realmente. El viento sopla donde quiere, y cuando quiere, en efecto. Uno no decide nada.

Ramana Maharshi