Una persona espiritual se puede volver adicta a subidones espirituales, y de esta forma se pierde la experiencia de la Verdad. No hay droga más potente que la experiencia espiritual.
Este problema perdurará mientras una parte de ti siga esperando el subidón de la experiencia.
El subidón de la experiencia espiritual va seguido del bajón espiritual.
Eso es lo que hace el yo. Persigue lo bueno y evita lo malo. Mientras la identidad siga ligada a este movimiento, aunque estés en un subidón espiritual que te parezca muy noble, nunca llegarás a ser libre.
El despertar espiritual no tiene nada que ver con ninguna experiencia de subidón. Si todo es Uno, cuando el péndulo está arriba el Uno es el mismo que cuando está en cualquier otro lugar.
El yo personal cree que cuando se siente mejor está más cerca de su verdadera naturaleza y que cuando se siente mal está más lejos. Pero después de vivir en este movimiento de “lo tuve pero lo perdí”, al cabo del tiempo ese yo deja de creerse su engaño. Comienza a entrever algo, a reconocer que la libertad no consiste en eso.
El buscador espiritual puede invertir toda su existencia y su identidad en esta experiencia pendular.
La iluminación en sí no es una experiencia. Y no es el subidón de ningún estado espiritual.
Los estados espirituales cumbre son de los escondites más efectivos, pues parecen muy dichosos y plenos. A pesar de tener esas experiencias asombrosas en ellos, cuando llegas a casa, después del trabajo, sigues dándole patadas al perro.
Las experiencias místicas son preciosas. En muchos sentidos son las experiencias más elevadas y placenteras que un “yo” puede tener.
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