Una de sus tesis principales, es la llamada sociedad del rendimiento. Para entenderla debemos entender primero de donde venimos, la fase anterior: la llamada sociedad disciplinaria.
La sociedad disciplinaria, fue magníficamente expuesta por el filosofo francés Foucault. Esta es la sociedad típica occidental del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. En ese tiempo la sociedad creía fuertemente en la idea del progreso social, la idea de un futuro mejor, y sus instituciones tenían la función de amoldar a los individuos a un orden preestablecido que permitiría ese progreso social deseado. Dicho de otro modo, estas instituciones buscaban la domesticación de la conducta de los individuos. Era un proceso en última instancia de homogeneización, el tratar que los individuos fueran lo más parecidos posibles en su comportamiento.
La sociedad disciplinario es una sociedad de la vigilancia y el castigo. Se vigila para garantizar el cumplimiento de normas y reglas. Para quienes no cumplieran las normas siempre habría un castigo adecuado. Instituciones como las escuelas, las prisiones, las fabricas y los cuarteles eran los mejores ejemplos de la sociedad disciplinaria.
La sociedad disciplinaria es una sociedad rígida que otorgaba sus respectivos papeles tanto a las clases sociales, como a los dos sexos. Pero esta rigidez de las estructuras de la sociedad generaba problemas relacionados con la productividad, ya que la producción basada en normas rígidas genera poca flexibilidad para adaptarse a los cambios y a la innovación. Adicionalmente a través de normas disciplinarias siempre existirán limites de productividad que es muy difícil superar.
Entonces llegó era neoliberal , individualista y digital, que transformó totalmente este tipo sociedad. La sociedad actual en occidente es una sociedad de rendimiento.
En la sociedad de rendimiento el individuo no está abrumado por normas y reglas disciplinarias, sino abrumado por la autoexigencia, en el contexto de un competencia constante entre los individuos por alcanzar el éxito social.
El individuo busca la maximización de su rendimiento en todos los ámbitos de la vida buscando el éxito. El sujeto de la sociedad de rendimiento se explota a un mismo, sin coacción externa. Es al mismo tiempo victima y verdugo. El sujeto de rendimiento se somete a una autodisciplina constante, controlando sus acciones, pensamientos y emociones en pos de la eficiencia.
Todo la sociedad del rendimiento se basa en la evidencia de que la positividad del poder (yo puedo) es mucho más eficiente que la negatividad del deber, de la regla impuesta.
El sujeto de rendimiento se impone ser el mejor en todo lo que haga, ya sea trabajar en una empresa, en un actividad deportiva, o en su faceta social. Su vida es una carrera de obstáculos contra todo y todos para lograr el tan ansiado éxito social.
Pero la sociedad del rendimiento tiene su lado oscuro. Si la sociedad disciplinaria generaba locos y criminales, individuos no adaptados, la nueva sociedad del rendimiento produce depresivos y fracasados, que no están a la altura de su nivel de autoexigencia. La carencia de vínculos, propia de la progresiva fragmentación y atomización social facilita también la depresión de los individuos.
En la sociedad del rendimiento el sujeto se encuentra en guerra consigo mismo y esto conlleva un paisaje patológico de trastornos neuronales como la como depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno límite de la personalidad y el agotamiento.
Byung-Chul Han sostiene que la sociedad contemporánea, obsesionada con el rendimiento y la actividad constante, ha perdido la capacidad de contemplar, de detenerse y reflexionar sobre su propia existencia y el mundo que le rodea. Esta falta de contemplación puede conducir a una desconexión con uno mismo y con los demás, así como a una sensación de vacío y alienación.
La actitud contemplativa, según Han, nos permite reconectar con nuestro ser interior, encontrar significado en nuestras vidas y desarrollar una mayor comprensión y empatía hacia los demás. Al tomarnos el tiempo para contemplar, podemos alejarnos del ciclo de autoexigencia y autoexplotación de la sociedad del rendimiento, y encontrar un sentido más profundo de satisfacción y plenitud.
Uno de los caminos hacía la deseada actitud comtemplativa que Byung-Chul Han menciona en sus libros a menudo es el budismo, especialmente el zen.
Para Byung-Chul Han el budismo zen aportaría el individuo el equilibrio necesario para contrarrestar esta guerra constante interna que supone la sociedad actual del rendimiento. Valorando especialmente estos aspectos del budismo zen:
• Atención plena y consciencia: en una sociedad dominada por la distracción constante , por infinitos estímulos, la capacidad de estar plenamente en el aquí y el ahora ofrece un alivio al agotamiento mental.
• Aceptación el vacío y la impermanencia: abrazar estar realidades de la existencia nos ayuda a liberarnos de la necesidad compulsiva del control y obtención de logros constantes.
• Desapego al ego : el dejar de lado el afán de reconocimiento y éxito personal, los individuos pueden experimentar mayor libertad y paz mental.
• Valoración de la contemplación y la simplicidad: enfatizando la contemplación y la simplicidad en nuestras vidas, en lugar de la acumulación constante de experiencias y posesiones, los individuos podemos encontrar un mayor sentido de satisfacción y plenitud en nuestras vidas.
Byung-Chul Han es muy crítico con la sociedad actual del rendimiento, pero él no aboga necesariamente por una rebelión activa o por una huida de esta sociedad, sino que nos plantea un camino de equilibrio y sensatez individual en este mundo cada vez más competitivo y con menos niveles de consciencia.

