“Diciendo, ‘muy bien’, uno puede deleitarse y regocijarse en aquellas palabras del monje. Habiendo hecho esto la siguiente pregunta debería ser así:
“‘Pero, amigo, ¿cómo el venerable señor conoce, cómo ve este cuerpo con su conciencia y con todos los signos externos, el «yo hago», el «hecho por mí» y las tendencias subyacentes de la presunción, que de manera tal que considere que han sido erradicadas de él?’
“Monjes, cuando el monje es uno con las contaminaciones destruidas, quien ha vivido la vida santa, que hizo lo que se tenía que hacer, abandonó la carga, alcanzó la meta final, destruyó las cadenas de la existencia, y es completamente liberado a través del conocimiento final, ésta debería ser la naturaleza de su respuesta:
“‘Amigos, anteriormente, permanecía dentro de la vida hogareña y fui ignorante. Entonces, el Tathagata o su discípulo me enseñó el Dhamma. Al escuchar el Dhamma, adquirí la fe en Tathagata. Poseyendo esta fe consideré esto: «La vida hogareña es un camino limitado y cubierto de polvo, mientras que la vida sin hogar es como vivir al aire libre. Esta no es una tarea fácil: vivir en el hogar y practicar una vida totalmente perfecta, totalmente pura y mantenerla brillante como una concha desvainada. ¿Qué tal si afeito mi cabeza y mi barba, me visto con el hábito amarillo y dejo esta vida hogareña para vivir el estilo de vida sin hogar?» De modo que, después de cierto tiempo efectivamente abandoné las riquezas, pequeñas o grandes, dejé el círculo de los parientes, pequeño o grande, afeité mi cabeza y la barba, vestí el hábito amarillo para vivir el estilo de vida sin hogar.
“‘Habiendo renunciado y poseyendo el código de las reglas y el estilo de vida monásticas, dejando de dar la muerte a los seres vivos, me mantuve distante de la destrucción de la vida; sin garrotes o espadas, amable y cortés vivía compasivo con todos los seres vivos. Dejando de tomar lo que no me ha sido dado, me mantuve distante de tomar aquello que no era mío, tomando solamente lo que me fue ofrecido, no robando vivía en la pureza del corazón. Dejando las impurezas, vivía en castidad. Me mantuve distante de las prácticas vulgares relacionadas con los actos sexuales.
“‘Dejando las palabras mentirosas, me mantuve distante de la falsedad. Hablé la verdad sin dobleces, fui creíble y digno de confianza; fui uno que no era mentiroso en este mundo. Dejando el habla malicioso me mantuve distante de hablar maliciosamente. Lo que escuchaba aquí, no lo repetía en otro lugar, para no causar riñas con la gente de aquí; y lo que escuchaba en otro lugar, no lo repetía aquí, para no causar riñas con la gente de allí. Así vivía, como el reconciliador de aquellos que están divididos, animando a los que viven en amistad, hacedor y amante de la paz, apasionado por la causa de la paz; mis palabras fueron siempre pacíficas. Dejando la rudeza de hablar, me mantuve distante del lenguaje violento. Cada una de mis palabras era intachable, agradable, encantadora, que tocaba el corazón y era cortés. La gente amaba mi forma de hablar y se complacía en ella. Dejando las charlas frívolas, me mantuve distante de las vanas conversaciones. Mis palabras fueron siempre correctas, acordes a los hechos y llenas de significado; versaban sólo sobre el Dhamma-y-Disciplina. Hablaba siempre a tiempo justo, y mis palabras eran dignas de ser escuchadas, llegaban al corazón, eran ilustrativas, claramente escogidas y siempre tocaban el punto.
“‘Me abstenía de causar daños a las semillas o las plantas, tomaba una sola comida al día y nunca comía por la noche, y me abstenía de comer en el horario indebido, me abstenía de mirar los espectáculos de entretenimiento, me abstenía de danzar, cantar y escuchar la música, me abstenía de usar adornos, ni me embellecía con guirnaldas, perfumes o ungüentos, me abstenía de usar grandes y cómodos lechos, me abstenía de recibir oro y plata, me abstenía de aceptar granos no cocinados, me abstenía de aceptar la comida cruda, me abstenía de aceptar mujeres o muchachas, me abstenía de aceptar esclavos y esclavas, me abstenía de aceptar ovejas y cabras, me abstenía de aceptar aves y cerdos, me abstenía de aceptar elefantes, reses, caballos y yeguas, me abstenía de aceptar campos de cultivo y campos baldíos, me abstenía de mandar recados, me abstenía de comprar y vender, me abstenía del engaño con las falsas pesas o medidas, me abstenía del camino torcido de sobornos, estafas y fraudes, me abstenía de mutilaciones, asesinatos y aprisionamientos, me abstenía de asaltos, robos y de la violencia.
“‘Estuve siempre contento con los hábitos que cubrían mi cuerpo y con la comida de las limosnas mantenía mi estómago, y dondequiera que iba, solo esto llevaba conmigo. Al igual que una ave dondequiera que vuele sólo lleva sus alas consigo como la única carga, así también estuve siempre contento con los hábitos que cubrían mi cuerpo y con la comida de las limosnas mantenía mi estómago, y dondequiera que iba, solo esto llevaba conmigo. Poseyendo este cúmulo de la noble virtud, experimentaba dentro de mí la dicha de la inocencia.
“‘Al ver la forma con el ojo, no me apegaba a ella ni a alguno de sus detalles. Porque si alguien vive sin resguardar su sentido de la vista, le sobresaltan la avaricia y el pesar, de modo que mi práctica consistía en resguardar la puerta del ojo y someterme a la restricción de la facultad visual. Al escuchar el sonido con el oído, no me apegaba a él ni a alguno de sus detalles. Porque si alguien vive sin resguardar su sentido del oído, le sobresaltan la avaricia y el pesar, de modo que mi práctica consistía en resguardar la puerta del oído y someterme a la restricción de la facultad auditiva. Al oler el olor con la nariz, no me apegaba a él ni a alguno de sus detalles. Porque si alguien vive sin resguardar su sentido del olfato, le sobresaltan la avaricia y el pesar, de modo que mi práctica consistía en resguardar la puerta de la nariz y someterme a la restricción de la facultad olfativa. Al saborear el sabor con la lengua, no me apegaba a él ni a alguno de sus detalles. Porque si alguien vive sin resguardar su sentido gustativo, le sobresaltan la avaricia y el pesar, de modo que mi práctica consistía en resguardar la puerta de la lengua y someterme a la restricción de la facultad gustativa. Al tocar un objeto tangible con el cuerpo, no me apegaba a él ni a alguno de sus detalles. Porque si alguien vive sin resguardar su sentido táctil, le sobresaltan la avaricia y el pesar, de modo que mi práctica consistía en resguardar la puerta del cuerpo y someterme a la restricción de la facultad táctil. Al conocer un objeto mental con la mente, no me apegaba a él ni a alguno de sus detalles. Porque si alguien vive sin resguardar su sentido cognitivo, le sobresaltan la avaricia y el pesar, de modo que mi práctica consistía en resguardar la puerta de mente y someterme a la restricción de la facultad cognitiva. Poseyendo esta noble restricción de las facultades, experimentaba dentro de mí la dicha que fue inmaculada.
“‘Cuando caminaba hacia adelante o cuando caminaba hacia atrás, lo hacía claramente consciente. Cuando miraba hacia adelante o miraba hacia atrás, lo hacía claramente consciente. Cuando flexionaba mis miembros o cuando los extendía, lo hacía claramente consciente. Cuando vestía el hábito o cuando vestía la túnica externa, lo hacía claramente consciente. Cuando cargaba mi cuenco, lo hacía claramente consciente. Cuando comía, bebía, masticaba o saboreaba, lo hacía claramente consciente. Cuando orinaba o cuando defecaba, lo hacía claramente consciente. Cuando caminaba, cuando estaba de pie, cuando estaba sentado, cuando me recuestaba para dormir, cuando me despierta, cuando conversaba o permanecía en silencio, todo eso lo hacía claramente consciente.
“‘Dotado del cúmulo de la noble virtud y de esta noble restricción de los sentidos, también de esta noble atención consciente y clara comprensión, busqué una morada solitaria: el bosque, el pie de un árbol, la cueva de una montaña, el cementerio, la arboleda de la jungla, al aire libre o en una pila de paja. Después de haberme alimentado, al haber regresado de mi ronda en busca de las limosnas de comida, me sentaba con las piernas cruzadas y, manteniendo recto el cuerpo, establecía la atención consciente enfrente. Dejando de lado las codicias mundanas, permanecía atentamente consciente y libre de la codicia. Limpiaba mi mente de la codicia. Dejando de lado la maldad y el enojo, permanecía atentamente consciente y libre de la maldad, con el amor compasivo hacia el bienestar de todos los seres vivientes. Limpiaba mi mente de la maldad y del enojo. Dejando de lado la pereza y el letargo, permanecía atentamente consciente y libre de la pereza y del letargo, percibiendo la luz atenta y conscientemente. Limpiaba mi mente de la pereza y del letargo. Dejando de lado la agitación y la ansiedad, permanecía imperturbable y con la mente calmada. Limpiaba mi mente de la agitación y ansiedad. Dejando de lado la incertidumbre, permanecía como alguien que hubo traspasado las dudas, sin perplejidad en consideración de las sanas cualidades mentales. Limpiaba mi mente de la incertidumbre.
“‘Habiendo abandonado de esta manera aquellos cinco impedimentos, la imperfección de la mente que debilita la sabiduría, apartado de placeres sensuales, apartado de los perjudiciales estados mentales, entraba y permanecía en el primer jhana, el cual está acompañado por el pensamiento aplicado y sostenido, el arrobamiento y felicidad, nacidos de la reclusión”. Al calmar el pensamiento aplicado y sostenido, entraba y permanecía en el segundo jhana, que se caracteriza por la tranquilidad interior y unificación de la mente; libre del pensamiento aplicado y sostenido, lleno de arrobamiento y felicidad nacidos de la concentración. Con la desaparición del arrobamiento, permanecía ecuánime, con la atención consciente y clara comprensión, experimentando la felicidad en el cuerpo; entraba y permanecía en el tercer jhana, del cual los nobles declararon: «es ecuánime, atentamente consciente; es alguien que encontró una morada placentera». Con el abandono del placer y la pena, con la previa desaparición de la alegría y el displacer, entraba y permanecía en el cuarto jhana, que no es doloroso ni placentero y se caracteriza por la purificación de la atención consciente a través de la ecuanimidad.
“‘Con la mente concentrada, purificada y brillante, intachable, libre de las impurezas, maleable, flexible, firme y que ha alcanzado la imperturbabilidad, direccionaba e inclinaba mi mente hacia el conocimiento de la destrucción de las contaminaciones. Y conocí directamente tal como realmente es: «Este es el sufrimiento»… «Este es el origen del sufrimiento»… «Este es el cese del sufrimiento»… «Este es el sendero que conduce al cese del sufrimiento». Y conocí también directamente tal como realmente es: «Estas son las contaminaciones mentales»… «Este es el origen de las contaminaciones mentales»… «Este es el cese de las contaminaciones mentales»… «Este es el sendero que conduce al cese de las contaminaciones mentales».
“‘A través de este conocimiento y la visión, mi mente ha sido liberada de la contaminaciones de la sensualidad, de la contaminación de la existencia y de la contaminación de la ignorancia. Y entonces, el siguiente conocimiento nace en mí: ‘¡Ésta es la liberación!’ Y supe que ‘el nacimiento está destruido, la vida santa ha sido vivida, lo que se tuvo que hacer ha sido realizado y he aquí, no quedan más futuros estados de existencia’.
“‘Es a través de esta forma de conocer y ver a este cuerpo con su conciencia y con todos los signos externos, el «yo hago», el «hecho por mí» y las tendencias subyacentes de la presunción, que considero que han sido erradicadas de mí.’
“Diciendo, ‘muy bien’, monjes, uno puede deleitarse y regocijarse en aquellas palabras del monje. Habiendo hecho esto, uno debería decirle esto: ‘esta es una ganancia para nosotros, amigo, este es un gran beneficio para nosotros, amigo, que podamos ver a semejante compañero en la vida santa, como el venerable señor’” .
Esto fue lo que dijo el Bienaventurado y los monjes fueron satisfechos y se deleitaron en las palabras del Bienaventurado.
MN 112 Chabbisodhana Sutta