Mas existen hombres que siguen sin conseguir la visión penetrante aunque ya hayan
estado confrontados con ella varias veces, ya sea porque han roto sus votos iniciáticos,
ya sea porque han cometido grandes actos perjudiciales. Agitados por esas malas
acciones, por los velos que cubren su espíritu y sus deseos, se asustarán de los sonidos y
de la luz, y escaparán. Por eso, al cuarto día, las legiones celestes de Baghavan
Amitabha, y al mismo tiempo la luminosidad del estado de los espíritus ávidos,
constituidos por el deseo y la avaricia, vienen al encuentro del muerto. De nuevo el muerto debe alcanzar la visión penetrante. Se le llama por su nombre, diciendo:
«Noble hijo, escucha sin distraerte. Al cuarto día se te aparece la luz roja que es la
forma sublimada del elemento fuego. En ese momento, en el Reino Celeste del Oeste,
llamado los Campos de Felicidad, Baghavan Amitabha se te aparece de color rojo,
sentado en un trono de pavo real, llevando en la mano la flor de loto, boca contra boca
con la madre divina Pandaravasini, vestida de blanco.» Van acompañados de los dos
Boddhisattvas masculinos, Avalokitesvara y Manjusri, y de los dos Boddhisattvas
femeninos, Kirti y Aloka, de tal manera que en la extensión de la luz de arco iris se te
aparecen los seis aspectos de Buda.
El agregado de concepción, purificado de por sí, es una luz roja, la luz del supremo conocimiento discriminativo que brilla espléndida y constelada de granos luminosos unos dentro de otros, y surge del corazón de Amitabha, el padre divino, y del corazón de la madre divina; lanzando sus rayos, que
a ti casi te resultan insoportables, te llega al corazón. Pero simultáneamente, con esa luz de la sabiduría, aparece el tenue resplandor amarillo del mundo de los espíritus ávidos. No te sientas atraído por él, renuncia a todo apego.
En ese momento, bajo el violento imperio de tus deseos y de tus afectos, espantado por la deslumbrante luz roja, huirás de ella y te atraerá la luz amarilla del mundo de los espíritus ávidos. ¡En ese momento no tengas miedo de la luz roja de irradiación luminosa, reconoce al contrario que es la sabiduría fundamental! Deja entonces que tu espíritu se relaje en ella profundamente, permaneciendo en el no-actuar, o ten confianza y llénate de aspiración. Si la reconoces como radiación tuya propia, aunque no hayas practicado la devoción y no hayas pronunciado la oración, te fundirás en esa luz y en
ese cuerpo y te convertirás en Buda.»
Si no sabes hacer eso, ruega con celo y devoción, pensando: "¡Esta es la luz de compasión de Amitabha¡. ¡En él me amparo!".He aquí el gancho de la liberación de la compasión de Amitabha. Lleno de veneración, abandónate en él. No huyas de esa luz; aunque huyeras, no podrías separarte de ella. ¡No temas!. »No te dejes atraer por la tenue luz amarilla del mundo de los espíritus ávidos. Ese
resplandor es el camino que te han trazado todas tus tendencias inconscientes
acumuladas bajo el poder de tus violentos deseos y afectos. Si te dejas atraer, caerás en
los estados de existencia de los espíritus ávidos y estarás atado por los intolerables
sufrimientos del hambre y de la sed. Como eso es un obstáculo a la vía de la liberación,
no aspires a ello, sino, al contrario, renuncia a esa inclinación. No te dejes atraer,
abandónate a la luz roja de claridad radiante. Concentrándote en Amitabha el Baghavan
y su consorte, pronuncia esta oración:
“Ay de mí, ahora que estoy errando por el ciclo de las existencias, a causa de mis
violentos deseos y atracciones, ¡que en el camino de luz que hace aparecer la
discriminación, me guíe el Baghavan Amitabha y que su sublime consorte Pandaravasini
me empuje por detrás! Os lo ruego, salvad me de este sendero vertiginoso de los miedos
del bardo, conducidme a la Budeidad pura y perfecta."
»Luego de decir esta oración devotamente, te disuelves en la luz de arco iris del corazón
del Baghavan Amitabha y su consorte.Y en el Reino Celeste del Oeste, llamados los
Campos de Felicidad, te convertirás en Buda en el Cuerpo de Gozo de todas las
cualidades. No es posible no quedar liberado de este modo.»

Amitabha Buda