Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Teresa de Ávila fue una monja española del Siglo XVI, conocida hoy en todo el mundo y, cuyas obras se han traducido a más de 40 idiomas. La más famosa de ellas, es Las Moradas del Castillo Interior, pero hay otra que resulta incluso más importante, donde explica con extremo detalle el camino espiritual que siguió, el cual divide en cuatro etapas, siendo la primera de ellas lo que podríamos considerar "mística natural", y las otras tres serían "mística sobrenatural".
Puesto que en el budismo rara vez se entra en detalles sobre el camino espiritual, y las etapas se describen de un modo general y nada personal, resulta dificil de saber en que parte del camino se está cuando se practica la meditación. No se encuentran muchos relatos detallados del camino budista, sea el Zen o el budismo tibetano, o cualquier otro tipo de budismo. En esta obra de Teresa de Ávila, tenemos un relato sumamente preciso de los pasos que fue siguiendo, prácticamente, por cuenta propia. Es una obra muy larga, que seguramente no se tratará entera.
Iré colocando algunos puntos que pueden resultar útiles, para comparar con la práctica budista de cualquier tradición (puesto que esto es un foro budista). Debe tenerse en cuenta que en el libro original, todo es más largo y extenso, y con muchas referencias a su tradición cristiana, lo cual se ha evitado aquí para mayor facilidad lectora. Se han evitado referencias innecesarias a "Dios", pero se ha respetado el término "oración", sin cambiarlo a "meditación", aunque en mi opinión es totalmente equivalente. También el término "alma" se ha dejado, porque no he sabido muy bien con qué sustituirlo (finalmente se ha sustituido por "persona", puesto que en ese libro es equivalente).
Empezaremos por el Capítulo 11 del llamado "Libro de la Vida", y se irá comentando algo si procede. No sabemos hasta donde llegaremos, pero es dificil pensar que se va a llegar al final del libro. Se dejará cuando se crea conveniente, sea más pronto o más tarde. Se pondrán solo algunos párrafos por vez, pues todo un capítulo sería demasiado cansado de leer de golpe.
Puesto que en el budismo rara vez se entra en detalles sobre el camino espiritual, y las etapas se describen de un modo general y nada personal, resulta dificil de saber en que parte del camino se está cuando se practica la meditación. No se encuentran muchos relatos detallados del camino budista, sea el Zen o el budismo tibetano, o cualquier otro tipo de budismo. En esta obra de Teresa de Ávila, tenemos un relato sumamente preciso de los pasos que fue siguiendo, prácticamente, por cuenta propia. Es una obra muy larga, que seguramente no se tratará entera.
Iré colocando algunos puntos que pueden resultar útiles, para comparar con la práctica budista de cualquier tradición (puesto que esto es un foro budista). Debe tenerse en cuenta que en el libro original, todo es más largo y extenso, y con muchas referencias a su tradición cristiana, lo cual se ha evitado aquí para mayor facilidad lectora. Se han evitado referencias innecesarias a "Dios", pero se ha respetado el término "oración", sin cambiarlo a "meditación", aunque en mi opinión es totalmente equivalente. También el término "alma" se ha dejado, porque no he sabido muy bien con qué sustituirlo (finalmente se ha sustituido por "persona", puesto que en ese libro es equivalente).
Empezaremos por el Capítulo 11 del llamado "Libro de la Vida", y se irá comentando algo si procede. No sabemos hasta donde llegaremos, pero es dificil pensar que se va a llegar al final del libro. Se dejará cuando se crea conveniente, sea más pronto o más tarde. Se pondrán solo algunos párrafos por vez, pues todo un capítulo sería demasiado cansado de leer de golpe.
Última edición por Daido el 02 Feb 2025 22:19, editado 5 veces en total.
Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Capítulo 11
Para decir, pues, algo de las primeras experiencias de quienes se deciden a seguir este bien y a salir airosos de esta empresa, es en estos primeros grados donde más duro es su trabajo, porque son ellas mismas las que trabajan.
El principiante debe pensarse como quien se dispone a hacer un jardín pero en una tierra muy estéril y llena de malas hierbas. Supongamos que esto ya está hecho, que se ha resuelto a practicar la oración y ya ha comenzado a hacerlo. Ahora tenemos que hacer crecer estas plantas, como buenos jardineros, y regarlas con mucho cuidado, para que no se pierdan, sino que produzcan flores que desprendan gran olor. Consideremos ahora cómo se puede regar este jardín, para que sepamos lo que hemos de hacer, qué trabajo nos costará, si la ganancia superará el trabajo y durante cuánto tiempo se debe soportar este trabajo.
A mí me parece que el jardín se puede regar de cuatro maneras: sacando el agua de un pozo, lo cual nos cuesta mucho trabajo; o con una noria y cubos, cuando el agua se saca con un molinete (yo la he sacado algunas veces de esta manera: es menos trabajosa que la otra y da más agua); o con un arroyo o riachuelo, que riega mucho mejor la tierra, porque la satura más bien y hay menos necesidad de regarla a menudo, de modo que el trabajo del jardinero es mucho menor; o con una lluvia fuerte, sin ningún trabajo nuestro, de manera incomparablemente mejor que todas las que se han descrito.
Y ahora llego a mi punto, que es la aplicación de estos cuatro modos de riego con que se ha de tener fecunda la huerta, porque si no tiene agua se arruina. Me ha parecido posible de esta manera explicar algo de los cuatro grados de oración. Una persona (que conozco) en cuatro meses ha llevado a un punto muy superior al que yo he llegado en diecisiete años. Se preparó mejor que yo, y así su huerta, sin trabajo de su parte, está regada por todos estos cuatro medios, aunque todavía recibe el último riego gota a gota.
Los principiantes en la oración, podemos decir, son los que sacan el agua del pozo; esto, como he dicho, es muy trabajoso, porque les fatiga tener los sentidos recogidos, lo cual es gran trabajo por estar acostumbrados a la vida de distracción. Los principiantes se han de acostumbrar a no hacer caso de lo que ven ni oyen, y esto han de practicar en las horas de oración; han de estar solos y en su soledad pensar en su vida pasada; esto lo hemos de hacer todos, así principiantes como avanzados, con frecuencia. Pero hay diferencias, en el grado en que se ha de hacer, como después diré. Tienen que esforzarse en meditar aunque esto les fatigue el ánimo.
Hasta aquí podemos ir por nosotros mismos. Esto es lo que se entiende por empezar a sacar agua del pozo, y ojalá que haya agua en él. Pero eso, en cualquier caso, no depende de nosotros: nuestra tarea es sacarla y hacer lo que podamos para regar las flores. Y si el pozo está seco, nosotros, como buenos jardineros, hacemos todo lo que está en nuestras manos, y se mantienen vivas las flores sin agua. Cuando, por razones conocidas, tal vez para nuestro gran beneficio, el pozo está seco, nosotros, como buenos jardineros, hacemos todo lo que está en nuestras manos.
¿Qué hará, pues, quien, durante muchos días, no experimente más que sequedad, desagrado, disgusto y tan pocas ganas de ir a sacar agua que lo dejaría por completo si no estuviera preocupado de que todo su servicio no se pierda, por no hablar de la ganancia que espera del gran trabajo de bajar tantas veces el cubo al pozo y sacarlo sin agua? A menudo sucederá que, incluso para ese propósito, no podrá mover los brazos, es decir, no podrá pensar un solo pensamiento bueno, porque trabajar con el entendimiento es, por supuesto, lo mismo que sacar agua del pozo. ¿Qué hará, pues, como digo, el jardinero aquí? Se alegrará, se animará y considerará el mayor de los favores trabajar en el jardín. No quiera tener su reino en la tierra ni dejar nunca de orar; y así, aunque esta aridez perdure toda su vida, recibirá de una vez todo su premio. No tema que su trabajo sea perdido. Está sirviendo a un buen Maestro. No haga caso de malos pensamientos.
Estas pruebas tienen su recompensa. Yo las he padecido durante muchos años y cuando podía sacar una gota de agua de este pozo bendito, pensaba que se me hacía un favor. Sé lo duras que son estas pruebas y creo que necesitan más valor que muchas otras en el mundo. Pero me ha quedado claro que, incluso en esta vida, una sola de aquellas horas me ha parecido después una recompensa por todas las aflicciones que sufrí durante mucho tiempo mientras mantenía la práctica de la oración. Creo que es para nuestro bien que tengamos claro entendimiento de nuestra inutilidad; porque las mercedes que después vienen son de tanta dignidad, que antes de que ocurran, es bueno que sepamos por experiencia cuán miserables somos.
Si alguien se encuentra así determinado, no hay nada que temer. No, gente espiritual, no hay razón para angustiarse. Una vez que has llegado a un estado tan alto como éste, en que deseas estar solo y abandonar los pasatiempos del mundo, la parte principal de tu trabajo está hecha. Cerremos los ojos de nuestro pensamiento.
Es de notar mucho, y digo esto porque lo sé por experiencia, que el que comienza a andar resueltamente en este camino de oración mental y se puede persuadir a tener poco en cuenta las consolaciones y ternuras en la devoción, y ni alegrarse cuando se dan ni desconsolarse cuando se quitan, ya tiene andada gran parte de su camino y, por muchas veces que tropiece, no ha de temer recaer, porque se ha comenzado a edificar sobre firme fundamento.
No digo esto tanto por los principiantes (aunque lo recalco, incluso por éstos, porque importa mucho que comiencen con esta libertad y determinación), sino más bien por los demás. Debe haber muchos que han comenzado hace tiempo y no llegan a acabar su carrera. Cuando el entendimiento deja de obrar, no lo pueden soportar, aunque quizá la voluntad vaya aumentando en fuerza y renovándose, sin que ellos lo sepan. Las aflicciones que nos acarreamos no sirven más que para turbar nuestras almas, y el resultado de ellas es que, si no nos vemos capaces de sacar provecho de una sola hora, nos vemos impedidos de hacerlo durante cuatro. Yo tengo mucha experiencia de esto y sé que es verdad lo que digo, porque lo he observado con cuidado y lo he discutido después con personas espirituales. La cosa nace muchas veces de indisposición física, porque somos tan miserables criaturas que esta pobre alma prisionera participa de las miserias del cuerpo, y las variaciones de estación y cambios de humor muchas veces le impiden realizar sus deseos y la hacen sufrir de todas maneras contra su voluntad. Cuanto más tratamos de forzarla en tiempos como estos, tanto peor se pone y más dura el mal. Pero tengamos discreción para saber si esta es la verdadera causa: no se debe sofocar a la pobre alma. Las personas en esta condición deben entender que están enfermas y hacer alguna alteración en sus horas de oración; Muy a menudo será recomendable continuar con este cambio durante algunos días.
Y que se lleve este destierro como se pueda, porque el alma tiene muchas veces la muy mala fortuna de ver que, viviendo como está en esta miseria, no puede hacer lo que quiere por su mal huésped, el cuerpo. Es bueno que no siempre se deje la oración cuando el ánimo está muy distraído y perturbado, ni se atormente el alma con hacer lo que no está en sus manos. Hay otras cosas que se pueden hacer, como actos exteriores, como leer u obras de caridad, aunque a veces ni siquiera esto podrá hacer el alma. Dedíquese a alguna recreación espiritual, como conversación (siempre que sea espiritual) o a un paseo por el campo. En todas estas cosas es importante haber tenido experiencia, porque de ella aprendemos lo que nos conviene; es necesario que no arrastremos el alma con nosotros, por así decirlo, sino que la conduzcamos suavemente, para que vaya avanzando más.
Repito, pues, mi consejo (y no importa cuántas veces lo diga, que es de mucha importancia), que nunca se ha de estar deprimido ni afligido por sequedades o inquietudes o distracciones del ánimo. Si uno quiere ganar libertad espiritual y está continuamente atribulado, comience por no tener miedo al dolor y sentirá ayuda para llevarlo; entonces avanzará feliz y sacará provecho de todo. Ahora, está claro que, si no sale agua del pozo, nosotros mismos no podemos echarla. Pero, por supuesto, no hemos de descuidarnos: siempre se ha de sacar agua cuando hay.
Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Capítulo 12
En el último capítulo lo que quería dar a entender era cuánto podemos alcanzar con nuestras propias fuerzas y cómo en este primer estado podemos hacer algo por nosotros mismos. Es mejor que alguien que no ha sido elevado más. Que no procure subir por sus propias fuerzas. Obsérvese esto con atención, porque si la persona intenta elevarse, no progresará, sino que retrocederá.
No tiene necesidad de pensar oraciones prefijadas.
Si alguno quisiere pasar de aquí y elevar su espíritu para sentir consolaciones que no se le dan, a mi parecer pierde en lo uno y en lo otro, porque estas consolaciones son sobrenaturales, y cuando el entendimiento deja de obrar, el alma queda estéril y sufre gran sequedad. Y como el fundamento de todo el edificio es la humildad, cuanto más nos acerquemos a (la realidad esencial), tanto más ha de ser el aprovechamiento que hagamos en esta virtud; de otra manera, todo lo perdemos. Parece ser una especie de soberbia que nos hace querer subir más alto.
Cuando digo que las personas no deben intentar elevarse si no son elevados de forma espontánea, estoy empleando el lenguaje de la espiritualidad; cualquiera que haya tenido alguna experiencia me entenderá y si lo que ya he dicho no se puede entender, no sé cómo explicarlo. En la teología mística que he comenzado a describir, el entendimiento pierde su poder de obrar, porque se suspende. Lo que digo que no debemos hacer es presumir o pensar que podemos suspenderlo nosotros mismos; ni debemos permitir que deje de trabajar: si lo hacemos, permaneceremos estúpidos y fríos y no lograremos nada en absoluto. Cuando se suspende el entendimiento y cesa su actividad, aparece algo que lo asombra y lo mantiene ocupado, de modo que, sin razonar de ninguna manera, puede entender más en un corto espacio de tiempo que nosotros, con todos nuestros esfuerzos humanos, en muchos años. Tener ocupadas las potencias del alma y pensar que al mismo tiempo se pueden tener quietas es una locura. Es trabajo perdido, y la persona se siente un poco frustrada, como el que está a punto de dar un salto y luego es tirado hacia atrás, de modo que parece que ha puesto en juego sus fuerzas y, sin embargo, ve que no ha logrado lo que esperaba. Cualquiera que reflexione en el asunto, verá lo poco que gana la persona.
Pasé muchos años leyendo mucho y sin entender nada de lo que leía; durante mucho tiempo, aunque la experiencia me enseñaba, no podía pronunciar ni una palabra para explicar a los demás esta enseñanza, y esto no era una prueba fácil para mí. Cuando sucede, se aprende todo en un momento, de una manera que me asombra. Posiblemente, como la (realidad esencial) siempre ha sido mi maestro, de repente obtuve una comprensión completamente clara de todo el asunto, de modo que pude hablar de ello de tal manera que la gente quedó asombrada. Yo era consciente de mi propia estupidez. Esto sucedió hace poco tiempo. Por eso ahora no intento aprender lo que la experiencia interior no me enseña, a menos que sea algo que afecte a mi conciencia.
Otra vez os repito que es muy importante no intentar levantar el ánimo si no surge por sí mismo, porque en este caso nos daremos cuenta al momento. Como este camino es el más común de los principiantes y los consejos que he dado son de mucha importancia, he hablado mucho de él. Confieso que otros lo han escrito mucho mejor en otras partes, y yo he sentido gran confusión y vergüenza al escribirlo, aunque menos de lo que debiera.
Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Capítulo 13
Me ha parecido conveniente hablar de algunas tentaciones que, según he observado, suelen asaltar a los principiantes (yo mismo he tenido algunas), y dar consejos sobre cosas que me parecen necesarias. En los primeros tiempos, pues, hay que procurar sentirse feliz y libre. Hay personas que piensan que la devoción se les irá si se relajan un poco. Es bueno tener recelos sobre uno mismo y no dejar que la confianza en uno mismo nos lleve a ocasiones que habitualmente implican incumplir los preceptos. Esto es muy necesario hasta que se llega a la perfección en la virtud; y no hay muchos que sean tan perfectos como para poder relajarse cuando se presentan ocasiones que tientan a su propia disposición. Es bueno que, durante toda nuestra vida, reconozcamos la inutilidad de nuestra naturaleza, aunque sea por humildad. Sin embargo, hay muchas circunstancias en las que, como he dicho, es lícito que nos tomemos algún descanso, para que seamos más fuertes cuando volvamos a la prática de la oración n. En todo es necesaria la discreción.
Hay que tener mucha confianza, porque es muy importante que no frenemos nuestros buenos deseos, sino que creamos que, con la ayuda de nuestro verdadero yo, si hacemos continuos esfuerzos en ello, llegaremos, aunque quizás no de inmediato, a lo que muchos meditadores han llegado. Si nunca se hubieran propuesto desear alcanzar esto y poner continuamente en práctica sus deseos, nunca hubieran llegado a tan alto estado como llegaron. Nunca he visto a nadie que se quede atrás en este camino, ni a nadie que, bajo la apariencia de humildad, se haya portado como un cobarde, llegar en muchos años tanto como la persona valiente puede en pocos. Me asombro de lo mucho que se puede hacer en este camino si se tiene valor para intentar grandes cosas; La persona puede no tener la fuerza para lograr estas cosas de inmediato, pero si emprende el vuelo puede hacer un buen progreso, aunque, como un pequeño pájaro que aún no ha emplumado, es probable que se canse y se detenga.
Estas primeras resoluciones son de mucha importancia, aunque en esta primera etapa hemos de ir despacio y dejarnos guiar por la discreción y parecer de nuestro maestro espiritual; pero hemos de cuidar que no sea de los que nos enseñan a ser como sapos, satisfechos si nuestras almas se muestran aptas sólo para coger lagartijas. Hemos de tener siempre presente la humildad, para que entendamos que esta fuerza no puede venir de ninguna fuerza propia.
Pero es necesario que nos demos cuenta de qué clase de humildad debe ser ésta, porque...


Luego nos dice, o nos induce a creer, que las personas ordinarias podemos admirar las obras de los grandes maestros del pasado, pero no debemos copiarlos. Yo mismo estaría de acuerdo con él en cuanto a que debemos considerar cuáles de sus obras hemos de admirar y cuáles hemos de imitar. Porque no sería bueno que una persona débil y enferma se entregue a muchos ayunos y prácticas severas, o que se vaya a un desierto donde no pueda dormir ni conseguir nada para comer, o que intente otras cosas de este tipo. Pero debemos reflexionar que, con la ayuda de nuestro maestro interior, podemos esforzarnos en tener un gran desprecio por el mundo, ningún respeto por el honor y ningún apego a las posesiones. Porque somos tan mezquinos que creemos que la tierra se nos va a caer de debajo de los pies si tratamos de olvidar un poco el cuerpo y cultivar el espíritu. O, también, pensamos que tener una abundancia de todo lo que necesitamos es una ayuda para el recuerdo porque las ansiedades perturban la oración.
Me apena pensar que tenemos tan poca confianza en lo que verdaderamente somos, y tanto amor por nuestro ego, que ansiedades como ésta nos perturban. Cuando hemos hecho tan poco progreso espiritual, las cosas más pequeñas nos preocupan, tanto como las cosas importantes y de peso preocupan a los demás, y sin embargo, en nuestra mente nos creemos espirituales. Ahora bien, a mí me parece que esta clase de vida es un intento de reconciliar el cuerpo y el espíritu, de modo que no perdamos ni la comodidad en este mundo y tengamos gozo orando. Nos irá bien si caminamos en rectitud y nos aferramos a la virtud, pero significará avanzar al paso de una gallina y nunca nos llevará a la libertad espiritual. Este es un procedimiento que me parece bastante bueno para las personas que están en el estado casado y tienen que vivir de acuerdo con su vocación; pero en cualquier otro estado no me gustaría en absoluto ver tal método de progreso ni nadie me persuadirá de pensar que es bueno. Porque lo he probado; Y lo seguiría practicando si no se me hubiera mostrado otro camino más corto.
En cuanto a esto de los deseos, los míos siempre fueron ambiciosos, pero yo procuraba, como he dicho, practicar la oracion y vivir según mi gusto. Si alguien me hubiera animado a volar más alto, creo que podría haberme llegado a un estado en el que estos deseos se llevan a cabo; pero, por nuestros defectos, los que no son demasiado cautos en esto son muy pocos y espaciados, y eso, creo, es suficiente razón para que los que comienzan no lleguen más pronto a una gran iluminación. Porque el Camino nunca nos falla: somos nosotros los defectuosos y miserables.
(continuará)
Última edición por Daido el 07 Feb 2025 09:19, editado 1 vez en total.
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Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Hola @Daido,
Creo que con los textos de la mística cristiana, como esta adaptación que haces de la obra de Santa Teresa, o cualquier otro, es importante tener presente dos cosas:
A) El marco cristiano, y
B) Nuestra propia práctica desde la que miramos, interrogamos y contrastamos el texto.
Si uno practica shikantaza, por ejemplo, el conocido como "zazen silencioso" la idea de meta, logro, conquista, etc., no tiene ningún valor especial que, por lo general, no lo tiene en ningún budismo, donde se nos invita precisamente a dejar de lado, despojarnos, deshacernos del "me gusta/no me gusta". Por supuesto, que en ciertas prácticas budistas encontraremos "etapas", "pasos", "avances", etc., que tienen un sentido intencional, alusivo, funcional dentro de la propia práctica, por lo que, como herramientas que son, deben usarse o ser consultadas con personas que cuenten la suficiente experiencia en dicha práctica, pero no tienen, en ningún caso un carácter general, absoluto, dado que son - como todo en el Budismo - meramente provisionales.
De este modo y visto desde aquel que practica shikantaza - no sé si es tu caso -, los "hitos" o "avances" de los que se habla en el texto son en realidad un punto de partida, no una meta - sea de paso o final - "aquello" sobre el que se asienta nuestra práctica y que, en realidad, cuando verdaderamente no añadimos, ni quitamos nada a la misma, es práctica que se hace a sí misma y dado que esta - la práctica - consiste en despojarse de nuestro "me gusta/no me gusta" y la realización es infinita, la práctica, en realidad, no tiene fin (o el fin de la práctica, es la práctica misma).
Creo que esta es la brújula o el traductor, que debemos tener a mano, cuando desde una óptica budista abordamos un texto de mística cristiana. Teresa de Ávila no habla de "sí misma" como de una santa, ni como de una "persona especial" o "más elevada" que otras, ni una igual a Cristo o a Dios, lo cual no solo dejaría sin valor todos sus textos, sino que, seguramente, hace tiempo que habrían caído en un pertinente olvido. Creo que su obra, como la de Tomás de Kempis con su "Imitación de Cristo", o la de otros, sirve, en términos cristianos, para una profundización en la fe que, a partir de la cual, oriente una determinada manera de vivir. Esto mismo sobre la obra citada de Kempis, Fray Luis de Granada lo describiría con las siguientes palabras: "...Un compañero fiel, consuelo en los trabajos, un maestro en tus dudas, un arte para orar al Señor, una regla para vivir, una confianza para morir, uno que dice de ti lo que tú mismo no alcanzas..." Creo que esa totalidad de la vida, en todos sus aspectos, que se desprende de la observación de Fray Luis resulta fácilmente extrapolable a nuestra práctica budista, siempre que se tengan presentes las diferencias entre la tradición cristiana y la budista.

Creo que con los textos de la mística cristiana, como esta adaptación que haces de la obra de Santa Teresa, o cualquier otro, es importante tener presente dos cosas:
A) El marco cristiano, y
B) Nuestra propia práctica desde la que miramos, interrogamos y contrastamos el texto.
Si uno practica shikantaza, por ejemplo, el conocido como "zazen silencioso" la idea de meta, logro, conquista, etc., no tiene ningún valor especial que, por lo general, no lo tiene en ningún budismo, donde se nos invita precisamente a dejar de lado, despojarnos, deshacernos del "me gusta/no me gusta". Por supuesto, que en ciertas prácticas budistas encontraremos "etapas", "pasos", "avances", etc., que tienen un sentido intencional, alusivo, funcional dentro de la propia práctica, por lo que, como herramientas que son, deben usarse o ser consultadas con personas que cuenten la suficiente experiencia en dicha práctica, pero no tienen, en ningún caso un carácter general, absoluto, dado que son - como todo en el Budismo - meramente provisionales.
De este modo y visto desde aquel que practica shikantaza - no sé si es tu caso -, los "hitos" o "avances" de los que se habla en el texto son en realidad un punto de partida, no una meta - sea de paso o final - "aquello" sobre el que se asienta nuestra práctica y que, en realidad, cuando verdaderamente no añadimos, ni quitamos nada a la misma, es práctica que se hace a sí misma y dado que esta - la práctica - consiste en despojarse de nuestro "me gusta/no me gusta" y la realización es infinita, la práctica, en realidad, no tiene fin (o el fin de la práctica, es la práctica misma).
Creo que esta es la brújula o el traductor, que debemos tener a mano, cuando desde una óptica budista abordamos un texto de mística cristiana. Teresa de Ávila no habla de "sí misma" como de una santa, ni como de una "persona especial" o "más elevada" que otras, ni una igual a Cristo o a Dios, lo cual no solo dejaría sin valor todos sus textos, sino que, seguramente, hace tiempo que habrían caído en un pertinente olvido. Creo que su obra, como la de Tomás de Kempis con su "Imitación de Cristo", o la de otros, sirve, en términos cristianos, para una profundización en la fe que, a partir de la cual, oriente una determinada manera de vivir. Esto mismo sobre la obra citada de Kempis, Fray Luis de Granada lo describiría con las siguientes palabras: "...Un compañero fiel, consuelo en los trabajos, un maestro en tus dudas, un arte para orar al Señor, una regla para vivir, una confianza para morir, uno que dice de ti lo que tú mismo no alcanzas..." Creo que esa totalidad de la vida, en todos sus aspectos, que se desprende de la observación de Fray Luis resulta fácilmente extrapolable a nuestra práctica budista, siempre que se tengan presentes las diferencias entre la tradición cristiana y la budista.



Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Lo cierto es que el libro es larguísimo, yo lo he leido y lo veo ahora por youtube en ingles, y resulta que en ingles se entiende mejor que en el original, que es castellano antigu
, pero adaptarlo es un trabajo improbo y el resultado es bastante mediocre, y para entenderlo hay que leer muchos, muchos capítulos, y a este paso se nos hecha encima la guerra nuclear y no hemos llegado a lo importante. Y además, lo importante, ¿que es lo importante? Para cada uno lo importante es una cosa distinta. Para mi este libro es muy importante, pero es porque yo he tenido ese tipo de experiencias (no digo que sean mas o menos elevadas, solo digo que son de "ese tipo") Entonces, lo que quiero decir, que creo que lo vamos a dejar aqui. El que quiera leer a Santa Teresa que la lea en castellano antiguo o que vea sus libros en Youtube en ingles, que son mucho más fáciles de entender, porque el castellano antiguo es pesadisimo. Ale, aqui lo dejamos. Yo sigo con los videos en youtube



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Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Hola @Daido,
Lo importante, hablando de vida espiritual/religiosa, vendrá definido según el marco del que hablemos; en el cristianismo, será la relación Dios-cristiano, mientras que en el Budismo, será el continuar con la práctica, a cada instante, teniendo en cuenta, entre otras cosas, las tres marcas de la existencia: duhkha (mal-estar), anatman - ausencia de sustancia independiente en cualquier fenómeno, incluido "uno mismo" - e impermanencia, es decir, lo pasado...pasado está.

escribió: "...y no hemos llegado a lo importante. Y además, lo importante, ¿que es lo importante? Para cada uno lo importante es una cosa distinta..."
Lo importante, hablando de vida espiritual/religiosa, vendrá definido según el marco del que hablemos; en el cristianismo, será la relación Dios-cristiano, mientras que en el Budismo, será el continuar con la práctica, a cada instante, teniendo en cuenta, entre otras cosas, las tres marcas de la existencia: duhkha (mal-estar), anatman - ausencia de sustancia independiente en cualquier fenómeno, incluido "uno mismo" - e impermanencia, es decir, lo pasado...pasado está.

Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
@Daido
Hola:
No se si en algún momento te topaste con la palabra Hesicasmo. Tiene mucho que ver, al menos a mi me lo parece, con el tema que estás desarrollando ya que los inicios de este diálogo entre religiones/creencias/teologías/filosofías (llámelo el amable público que quiera), partieron y prosiguen en lo que respecta al Cristianismo desde ámbitos monásticos. Y, luego, se extendieron al secular.
Gracias.
Hola:
No se si en algún momento te topaste con la palabra Hesicasmo. Tiene mucho que ver, al menos a mi me lo parece, con el tema que estás desarrollando ya que los inicios de este diálogo entre religiones/creencias/teologías/filosofías (llámelo el amable público que quiera), partieron y prosiguen en lo que respecta al Cristianismo desde ámbitos monásticos. Y, luego, se extendieron al secular.
Gracias.
Re: Los cuatro grados de oración, de Teresa de Ávila, adaptados a la mentalidad budista
Bueno, el hesicasmo es esto de la oración del corazón, si no me equivoco, lo cual es la recitación incesante de una fórmula mantrica. Es "Señor Jesucristo, ten piedad de mí", u otras variantes. Hay un libro titulado "El camino de un peregrino ruso", que describe con gran detalle el modo en que ese peregrino se inicia en esa plegaria, y las realizaciones que le suceden. Es un libro muy interesante y recomendable de leer, tanto para cristianos como para budistas, pero no sé si existe un paralelismo con prácticas de esta última tradición, creo que no. Yo veo un punto de contacto entre budismo y mística cristiana, pero el hesicasmo se me antoja muy distante. Aunque al final, todos los caminos confluyen, porque la meta es la misma para todos.wu wei escribió: ↑05 Feb 2025 13:51 @Daido
Hola:
No se si en algún momento te topaste con la palabra Hesicasmo. Tiene mucho que ver, al menos a mi me lo parece, con el tema que estás desarrollando ya que los inicios de este diálogo entre religiones/creencias/teologías/filosofías (llámelo el amable público que quiera), partieron y prosiguen en lo que respecta al Cristianismo desde ámbitos monásticos. Y, luego, se extendieron al secular.
Gracias.
Saludos, Wu Wei